2021. ODISEA EN EL ESPACIO DIGITAL

Esto sucedió en el año 2021. Seguramente, cuando se publique este texto, ya habrán mejorado los Sistemas de Gestión Online y todo será maravillosamente sencillo pero, lo que describo hoy aquí, lo he sufrido yo en mis propias carnes analógicas.

Llevamos sólo 21 años en este siglo XXI y ya estoy de él hasta los cotiledones. Las nuevas tecnologías se están utilizando para eliminar puestos de trabajo y cada vez es más difícil ser atendido por un ser humano. Y, para colmo, esto del COVID-19, está acelerando esa tenden- cia exponencialmente.
Si hace unos años te quejabas de lo mal que te atendían en los bancos, ahora ni te reciben ellos ni las administraciones y, dentro de poco, ni los centros de salud. Va a llegar un día en que te romperás una pierna y te dirán que llames a las UV (Urgencias Virtuales), que envíes un selfie de tu DNI y otro de tu pierna y te mandarán instrucciones por SMS para que te la entablilles tú mismo. Y, digo yo que, ya que nos obligan a hacerlo todo Online, podrían ponérnoslo un poco más fácil, sobre todo a los que venimos del Siglo pasado. Pero... bueno... lo de los trámites oficiales y los pagos de recibos lo dejaré para otro monólogo, que el tema da para mucho y tampoco es cuestión de deprimir al personal.
Hoy, como todos los sábados, después de mirar la cartelera de cine en el móvil, me dispongo a comprar un par de entradas para echar la tarde con mi esposa. Escogemos la película y la sesión. Para poder comprarla tengo que entrar en la web de los Multicines, bien a través de mi Facebook o aportando mi E-mail y mi contraseña. Hecho. Ahora el número de entradas: 0, 1, 2... Dos entradas por 4,50 € = 9 €, que me dispongo a pagar con gusto. En el cine tendría que hacer cola y pagar 12 €... y en la maquinita, 9,80 €. Sigamos.
Mensaje en la pantalla: “Para seguir adelante tiene que elegir sus asientos”. Entendido.
El mapa de la sala me ofrece dos asientos predeterminados marcados en verde. Como están en una esquina de la última fila, los ignoro e intento seleccionar dos de la fila 11 y en el centro. ¡Stop!. “Antes tiene usted que deseleccionar los asientos propuestos por el sistema”. ¡Y uno por uno!. Lo intento con la uña del dedo chico porque los asientos del mapa vistos en la pantalla de mi móvil Samsung LGK104G tienen el tamaño de dos pulgas marcianas. Siguiente paso: “¿Pagará con la Visa?”. Yes. “¡Pues, venga!”. Número de tarjeta, fecha de caducidad, código.... y un nuevo mensaje emergente: ”Para completar el pago tiene usted que entrar en la web de su banco y aceptar la operación. Tiene 6 minutos... y empieza la cuenta atrás”. ¡Ay, qué nervios!. Y me pide que, mientras tanto, ¡ni se me ocurra cerrar esta ventana!. ¿Cómo era? ¿Con el cua- dradito o con el circulito?. Le doy al circulito. Desaparece todo, pero confío en que siga ahí cuando vuelva a darle al cuadradito. Entro en Google. Busco la web de mi Banco. Me pide el NIF y la contraseña. Entrar. Quedan 5 minutos. Aparece el esperado mensaje: “¿Acepta el pago de 9 € para el cine tal y cual...?. Sí, quiero. “Para completar el pago, escriba los dos dígitos vacíos que completan su clave de acceso” . ¡Ups! Pienso... pienso... ejecuto... ¡Acierto!. “Ahora, introduzca los ocho dígitos que hemos enviado por SMS a su teléfono móvil”. ¡Uy.! Y tendré que hacerlo sin salir de esta pantalla. Redondito. Miro en el móvil el último SMS. Memorizo las ocho cifras. “Esto debe ser bueno para el Alzheimer”, pienso. Quedan tres minutos. Menos mal que mi Banco lo ha simplificado un poco, porque el mes pasado las instrucciones eran “Sume los dígitos tercero y quinto de esta cifra aleatoria a su firma numéri- ca”... que yo pensé: “Si esto lo ponen como una prueba para entrar en la Nasa, nos quedamos sin astronautas”. Quedan dos minutos. Cuadradito. Vuelvo a entrar en mi Banco. Escribo acertadamente las ocho cifras y le doy al OK. Cuadradito para volver a la pantalla del cine. Queda 1 minuto. No la encuentro. ¡No está!. ¡Coño, me han cobrado dos entradas y no las he descargado!. ¡Mierda!. 10, 9, 8, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1 y cero. Se pasó el tiempo.
¡Me cago en las Puñeteras Nuevas Tecnologías y los Sistemas de Gestión Informático! (en adelante PNT y SGI). Harto ya de hacer gestiones en modo microscópico, me voy al estudio
y enciendo la pantalla de mi Mac de 27”, mientras dejo el móvil en el salón cargando y echan- do humo. ¿Qué te apuestas a que, dentro de poco, sacan una nueva aplicación para calentar los sandwiches con él?. Lo enciendo y vuelta a empezar. Sigo los mismos pasos que con el móvil y, para asegurarme de que no me cobran dos veces, selecciono los mismos asientos que antes: fila 11, asientos 19 y 20. Si me deja, es que la operación anterior no se remató. ¡Me deja!. Esta vez lo quiero asegurar todo bien porque, hace un par de semanas, llegamos al control de entradas y, al enseñarle al acomodador el resguardo del móvil, resultó que teníamos la fila 4. Intenté que nos la cambiaran, pero no fue posible. Su compañera, más lista ella, nos dijo que no nos preocupáramos, que la sala no era muy grande y que en la fila 4 se veía divinamente. Le dimos un voto de confianza... ¡en buena hora!. Si nos llegamos a quedar en esa fila hubiéramos tenido que ver la película dos veces. Una, para ver lo que pasaba por la izquierda... y la segunda, para ver lo que pasaba por la derecha.
La sala tiene unos 200 asientos y están ocupados unos 12, así que, cuando se apaga la luz, nos deslizamos sigilosamente hasta la última fila, en el centro. Empiezan los trailers y vemos entrar una pareja que empieza a subir los escalones con la linternamóvil. Le digo a mi mujer: ¿Qué te apuestas a que estamos en sus asientos? No... Sí... No... ¡Sí!. Les pedimos disculpas y nos movemos para la izquierda. Ya estamos soportando los últimos anuncios, cuando aparecen tres chicas más que entran y miran hacia arriba. No... Sí... No... antes de que lleguen nos mudamos al extremo izquierdo. “Aquí no creo que llegue nadie”, pienso “Porque Murphy es mucho Murphy, pero no es Maquiavelo”.
 ¿A tí te parece normal que detrás de nosotros sólo hayan entrado cinco personas en la sala y sean justamente los titulares de los cinco asientos que usurpamos?. ¡Eso sí que es puntería!.
Pero esta vez no pasará, porque he comprado dos veces los mismos asientos... ¡Bueno... toda- vía no! Aún estoy en el paso 23 y me quedan 3 minutos. Del banco me vuelven a mandar un SMS con la última clave de ocho cifras. Voy corriendo al salón. El móvil está bloqueado.
Le puse una clave por si se pierde o me lo roban. El problema es que, cuando está bajo de batería se atenúa la pantalla y no veo los números de la clave. Primer intento. Fallo. Me quedan dos. Segundo intento. Lo estoy haciendo a ciegas, por intuición. Cuatro cifras y... Aceptar. Otro fallo. Si no acierto en el siguiente intento, tendré que reactivar la tarjeta SIM con el código PUK. ¡Y... a saber dónde coño estará eso!. Respiro hondo. Visualizo mentalmente el marcador que sigue a oscuras. Me concentro. Pi... pi... pi... pi. Aceptar. ¡Bingo! ¡Acerté!. Ahora me queda un minuto para abrir el SMS y memorizar las ocho cifras. Vuelvo corriendo al ordenador repitiendo las ocho cifras una y otra vez, como un mantra tibetano. Menos mal que mi mujer está en la terraza, si no llama a los loqueros. No tengo tiempo ni de sentarme. Tecleo los ocho dígitos. Aceptar. Sí. Aprobado. Ahora vuelvo a la pantalla del cine, cosa que en el ordenador es más fácil de hacer. ¡Y ahí esta, esperándome! Me dice que todo está OK y que sólo tengo que Aceptar por última vez para que me manden las entradas. ¡Qué paz! ¡Qué sensación de bienestar!... Pero ya no me fío y, para evitar sorpresas en la sala del cine, me aseguro de que ha llegado el E-mail con el Link de las entradas.
¿Os dáis cuenta? Esto son los adelantos tecnológicos. Esto es el progreso, amigos míos!.
¡Y pensar que antes tenías que hacer lo menos cinco minutos de cola en el mismo cine, preguntar a la taquillera qué película y qué asientos te recomendaba y pagar las entradas en efectivo... ¡Qué pérdida de tiempo!.
Unas horas más tarde, orgullosos y confiados, nos dirigimos a los multicines. Eso sí, con el cargador adicional del móvil; no sea que se quede sin batería y no podamos enseñar el código QR de las entradas.
Y menos mal que llegamos con algo de margen, porque el acomodador nos pregunta si hemos rellenado el impreso Covid-19 Online, imprescindible para acceder al cine en Nivel 4 de medidas antiCOVID. ¡Glup!. Esta vez no lo hicimos. ¡Mierda!. Se me pasó. “Entonces, pónganse a un lado mientras pico las entradas a los demás clientes; y vayan a este Link donde podrán rellenar el impreso virtual desde su móvil”. Mira, mi niño”, le contesto relajado pero determinado: “Hoy ya he cubierto mi cupo de gestiones Online. ¿No tienes por ahí un impreso de papel offset y un bolígrafo BIC analógico?. ¿Si?... pues, ¡pásamelo, anda!. Verás qué rápido lo relleno... y sin anuncios de por medio, sin tener que buscar las puñeteras X para cerrarlos, y, sobre todo, sin tener que Aceptar las infinitas pantallas de Cookies y Cláusulas de Protección de Datos... Que, a los Datos los tendrán bien protegidos, pero a nosotros los pobres humanoides nos tienen AS-FIX-I-A-DI-TOS.

Comentarios

Entradas populares de este blog

ENSAYO SOBRE LA INVISIBILIDAD

ME LLAMO LAIKA Y SOY ASTRONAUTA

DESPROPÓSITOS DE LA 5ª ENMIENDA