EL CLAUSTRO FELIZ

Hay personas que padecen claustrofobia; les agobia estar en sitios cerrados, ascensores, cabinas, etc. Otras, por el contrario, deciden vivir recluidas el resto de sus vidas con el compromiso de no salir si no es por una enfermedad grave o para votar. Son las monjas de clausura. No sé si tendrán “claustrofilia”, pero el caso es, que encerradas en sus monasterios, se dedican a rezar por el bien de los que estamos fuera. ¿No es fantástico?. Tienes tu asesor fiscal, tu abogado... y tu monja de la guarda... y ésta, ¡gratis!.

Normalmente, cuando una novicia toma los hábitos, se le suele cambiar el nombre. Por ejemplo, si te llamas Rita, no te van a llamar Sor Rita; pues te ponen Sor Teresa... ¡y arreglado!. Menos mi tía; cuando ella nació, sus padres miraron el calendario y le encasquetaron el Santo del día: Patrocinio. ¿Te imaginas una niña cargando con semejante nombre?. Que, cuando llegó al convento, se lo podrían haber mejorado con algo más moderno... como Sor Sponsor, por ejemplo; pero nada, se quedó con Sor Patrocinio para los restos; aunque en la familia se la conocía como “la Patro” y yo siempre la llamé “tía Pato”.

Solíamos ir a verla una vez al año, de camino a nuestras vacaciones familiares. La recepcionista nos pasaba la llave por el torno y después todas las monjitas nos recibían alborozadas detrás de las rejas. Cuando vas de visita al Zoo y ves los animales en las jaulas, está claro quien está dentro y quien fuera, pero en aquel claustro no era tan obvio. Al ver allí a todas las monjas mirándonos curiosas y entusiasmadas… te preguntabas quiénes eran los animalitos y quiénes los espectadores.

Y, mientras mis padres y las internas se ponían al día, entre mi hermana y yo, jugábamos a imaginar sus nombres y su papel en la comunidad.

Esa debe ser Sor Aya, la que canta los gregorianos a ritmo de Bakalao.

Aquella debe ser Sor Presa, la encargada de los regalitos. ¿Que hay un cumple?… ¡Sor Presa! ¿Que vienen los Reyes?… ¡Sor Presa!. Aunque, estando encerradas en celdas, como están, todas son un poco Sor Presas, ¿no?.

Ésta, por cierto, se lleva muy bien con Sor Tija… que es otra joya.

Aquella con aspecto misterioso (nadie se mete con ella) debe de ser Sor Tilegio.

La del fondo, la que nos abrió el torno, es Sor Bete; que no es la de los helados, sino la que se encarga de despedir a las visitas.

En una esquina, haciendo sonar los bolsillos, está Sor Teo, la que compra el cupón de la Once. Dicen que está compinchada con Sor Tuda, la de la celda de al lado.

En todo convento hay alguna artista y en éste tenemos a Sor Olla, que no sólo cocina de maravilla sino que, en los ratos libres, ¡te pinta unas marinas al oleo!…

Siempre con un libro bajo el brazo, ahí está: Sor Bona, culta y buena como ella sola.

Y la que no puede faltar en ningún monasterio, despistada y llevándose la mano a la oreja: Sor Dera, la que nunca se entera. Que tocan a Maitines, se pone los calcetines… que llaman a Misa, se pone la camisa.

Pero las que más abundan son las Sor Teras. Menos las novicias, todas son Hermanas y Madres Sor Teras en el convento.

Parece que se acabó el tiempo del Recreo y las monjitas se van despidiendo. Ya tienen tema de conversación para un par de semanas. Nosotros nos vamos de vacaciones a disfrutar del campo y del río, y ellas se quedan, tan contentas, en sus celdas, cubriéndonos las espaldas con sus rezos y plegarias. Gracias, hermanitas(1).

(1) La palabra “Sor” procede del Latín “Soror” que significa “hermana”. Y, actualmente se llama “Sororidad” a la hermandad entre mujeres que se apoyan (sororas).