EL ZAPATOLÓGICO


Según la R.A.E. (Real Academia de la Lengua Española) el calzado, y en particular, los zapatos, “son prendas de vestir que cubren y protegen nuestros pies” para que paseemos, corramos o escalemos, seguros y sin dolor (a excepción, claro está, de los zapatos de tacón, esos que están diseñados para que parezcamos más altos y que, a cambio, tienen permiso para incomodarnos).


ESOS ANIMALITOS

Pero, para mí, los zapatos son algo más. Constituyen una de las especies más humildes y serviciales que conozco. Siempre están a nuestros pies, o, esperando a que los saquemos de paseo, sin quejarse ni protestar. En cierta manera, me recuerdan a las mascotas y a los animalitos del Zoo.

La primera vez que visité un gran Zoológico fue en Berlín, en enero de 1973. Había nevado y hacia tanto frío que hasta los osos polares estaban escondidos en sus madrigueras. Nos tuvimos que ir de allí sin haber visto más animal que aquel Securitas de 2 metros que nos acompañó a la salida cuando intentamos reclamar nuestro dinero. 

La última experiencia ya fue más normal. Con buen tiempo, los animalitos campan a sus anchas. Los koalas bostezan en los árboles, los chimpancés se aparean sin rubor para jolgorio de los niños y desconcierto de los padres; y los hipopótamos entran y salen del agua sin importarles ni las visitas ni los pájaros que se posan en sus espaldas rocosas.

De los zoológicos siempre salgo con una sensación agridulce: contento por haber conocido de cerca nuevos amigos, y triste, a la vez, por contemplar su cautiverio. Yo me voy cuando quiero, pero ellos se quedan allí, condenados a cadena perpetua, sin abogados ni posibilidad de salir por buena conducta.

Y con esa sensación compasiva llego a mi cuarto y me encuentro con una fila de zapatos que me recuerdan que yo también tengo un zoológico en casa… o más bien un ZAPATOLÓGICO; con la diferencia de que mis zapatos, de ser liberados, no irían solos a ninguna parte. Ese pensamiento me tranquiliza.


SUS HÁBITATS

En las casas, exceptuando unos pocos afortunados que se airean en el balcón, te los vas a encontrar agrupados en 4 hábitats diferentes: 

En el recibidor, en el suelo de tu cuarto, en el mueble zapatero o dentro del armario, metidos en cajas. 

Los del recibidor son los de más uso, los titulares, los de “quédate ahí que ahora te saco”. 

Los que apilamos contra la pared de la habitación o en el vestidor, fuera de sus cajas, son los zapatos de temporada, los que esperan impacientes porque los vamos a usar un día de estos, con sus bocas desmesuradamente abiertas por un asombro infundado, con sus muchos ojos diminutos y sus cordones flojos, reposando hasta que llegue la hora de ser enjaezados, como los caballos antes del paseo. 

Los de las zapateras, aunque prisioneros, por lo menos comparten celda con otros congéneres y pueden conversar entre ellos.

Pero los condenados a caja perpetua… ¿Alguna vez te has puesto en la piel de esos zapatos que nos esperan en sus cajas?. ¡Qué angustia estar encerrados en esos pequeños ataúdes de cartón, sin fecha de salida y sin saber si sus amos nos habremos olvidado de ellos para siempre.


SUS CONVERSACIONES

Las conversaciones entre zapatos son más habituales de lo que se cree. Si no, pregunta a tus padres o abuelos por aquella serie de Televisión “Super Agente 86” y te hablarán de un súper espía desastroso que usaba el “zapatófono” para comunicarse con la central de CONTROL (parodia de la CIA), al igual que haría después Mortadelo con la TIA, con el mismo resultado. 

Pero los zapatos han evolucionado como especie y ya no necesitan a los humanos para comunicarse y, cuando están solos y a sus anchas, bien que sueltan sus lengüetas!:

 “¡Ojalá que haya una boda pronto, para que nos saquen a bailar otra vez!”. 

“¡Es que nos usan poquísimo, tú!”, protestan los zapatos de tacón alto. “Eso os pasa por ser tan pijos, tan caros y tan incómodos”, responden descaradas y algo celosas unas Bailarinas. “¿Y nosotros qué culpa tenemos, si Dior nos ha hecho así?”, se defienden al unísono el par de Slingback de 890 € que comenzaron la conversación.

“Oye, Adidas que mala cara tienes!”. “¡Qué cara tendrías tú si hubieras tenido que soportar a un humano de 70 kilos corriendo sobre ti durante 10 km.?”. “No me lo quiero ni imaginar”, añade una chancla despreocupada. “A nosotras, por lo menos nos llevan en coche hasta la playa y allí nos dejan a nuestro aire durante horas, jugando con la arena y con el sol”. 

“¿Qué pasa, Chiruca, tú no dices nada?”. “¿Qué va a decir esta botarate inexpresiva, si apenas tiene ni boca?. Ella está hecha para subir montañas contra viento y marea, no para entrar en nuestras aburridas conversaciones”.

“¡Auaaaaah! ¡Qué sueño!”, bostezan al unísono las zapatillas de invierno “¿Por qué no os vais callando, que ya se está haciendo de noche y el amo va a volver de un momento a otro?.

Pensándolo bien, creo que a los zapatos se les da mejor cantar que dialogar, sobre todo cuando te los quitas después de un día ajetreado.

Yo tengo la teoría de que, cuando ves a un grupo de ellos reunidos con la boca abierta, es que están cantando “A capella”, solo que lo hacen en una “frecuencia zapatónica” que los humanos no llegamos a percibir ¡y menos mal!. ¿Te imaginas a los 3000 pares de Imelda Marcos en su ropero cantando el Requiem de Verdi?¿A los caniches del palacio presidencial aullando y moviendo la cola al ritmo del “Dies Irae?”. Sería el equivalente a 30 Orfeones Donostiarras, solo que cantando en tagalo.


Pero, si hay algo que los zapatos hacen mejor que nadie es ZAPATEAR.

¿Has visto alguna vez a la Lola Flores taconeando con su ritmo frenético?. Eso sí que era expresarse con pasión. ¿Y la versión, más elegante de Fred Astaire y Ginger Rogers recorriendo los platós de Hollywood?.


AND THE WINNER IS…

Y, ya que hablamos de la Meca del cine… ¿Por qué no repartir nosotros también nuestros premios y reconocimientos?.

Ya puedo ver a los zapatónitos con su boca desmesurada, los zapatontos , los zapatristes, los zapatéticos y, en general, los zapatodos, esperando ansiosos nuestro veredicto. 

• La “Hebilla de Oro a los zapatos más lustrosos” es para… Los de la víspera de Reyes, aunque el mérito no es suyo, sino de sus pequeños amos que se esmeraron en limpiarlos como nunca.

• La “Hebilla de Oro con Trenza” es para… ElZapataki, por vivir tan Fast and Furious y no perder nunca una bota…¡no como la Cenicienta esa…!

• La “Hebilla de Humor” se le concede a… El zaPato Donald, por hacernos reir tan entrañablemente aún sin entender ni papa de lo que dice.

• Los zapatos, como los guardias civiles van siempre en pareja, así que este año, la “Hebilla de Oro con Rama de Laurel” será para… Los Zapatiestos, ese par de zapatos deformados por el uso, recuperados y coloreados por su dueña amorosa y reconvertidos en tiestos floridos para deleite de niños y mayores. 

• La “Hebilla de Oro con Aura” va para… El maestro irrefutable, el de las verdades como puños, El Profeta Zapatustra, el Señor de los zapatos.

• Y una mención especial para la Bota Ortopédica de los Amputados de Guerra, por su belleza sin par.


Y, con estos humildes versos, acabamos el merecido homenaje a nuestros amigos los Zapatos. 


GRACIAS A TODOS


A las botas de siete leguas, 

a los vagos de siete suelas, 

a los cuerdos y a las cuerdas 

y a los locos sin atar.


A los que pisan los charcos,

a las Chirucas y a los zancos, 

a los que duermen en los bancos

con sus dueños sin cenar.


A los que pierden las formas, 

a los que dieron con su horma. 

A los que cerraron por reforma

y hoy están de par en par.


A las que meten la pata,

que del tiesto luego sacan. 

A las que esperan en bata 

su zapato de cristal.


A los tacones lejanos, 

a los zuecos, más cercanos. 

A los nobles y villanos 

que los usan sin pensar.


A las botas de Charlot, 

sus cordones y sus suelas, 

sus lengüetas, sus tachuelas

¡Qué festín que se pegó!


Al comandante Zapata 

por su lucha campesina. 

A los que heredan mis Bambas 

y les dan segunda vida.


A los come-calcetines, 

los del cuento, los del cine. 

¡Qué diseños, qué alucine 

los tacones de los Drags!


Mas… desprecio, como poco 

esa antigua moda china 

de vendar los pies de loto 

y encerrarlos sin piedad.


Los zapatos son amigos, 

no verdugos ni censores; 

y si tú lo has comprendido, 

te mereces los mejores. 

Comentarios

  1. ¡Hale! Menuda zapatiesta tienes montada en tu armario de casa... ¿O debería de decir zapa-fiesta?
    De ahora en adelante, ya no miraré igual a mis sufridas zapatillas playeras, que descansan en el zapatero desde hace muchos meses. Supongo que estarán invernando...

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  2. Y bravo por el audio, con voz radiofónica impecable.

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  3. Un placer leerte. Gracias por tomarte tu tiempo. Nos haces disfrutar con tu punto de vista tan extravagante. La felicidad está en las pequeñas cosas.
    Quién busque la felicidad en una entelequia, será un desgraciado. Es bueno tener los pies en el suelo y si puede ser, disfrutando con de unos buenos zapatos.
    ¡Enhorabuena por hacernos recapacitar sobre las pequeñas cosas!

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  4. Bonito y ocurrente relato Txus.
    👣👣👏👏👏👏

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