DESPROPÓSITOS DE LA 5ª ENMIENDA
Mi primer acercamiento al mundo de las Leyes fue, de niño, en los juicios de un tal Ironside, en la televisión de los años 60. Supongo que no fui el único en aprender aquellos nuevos términos aunque, eso sí, con acento latino. Lo del “reseso” y lo del ”ocsiso” eran el pan nuestro de cada vista. Y aquel hombretón con cabeza cuadrada y grandes cejas enmarcando su mirada impenetrable, los manejaba con destreza y contundencia desde su silla de ruedas, mientras, desde la nuestra, los legos de la época seguíamos con devoción cada una de sus intervenciones, aunque no entendiéramos “ni papa” de lo que estaba diciendo. Ahora nos pasa lo mismo con el Dr. House, así que la cosa no ha cambiado mucho. Pero hay conceptos que, por mucho tiempo que pase, sigo sin asimilar. ¿Cómo se entiende que algo tan trascendente como la decisión de un Jurado sobre la culpabilidad o inocencia de un acusado se pueda llamar FALLO? “Sí. Yo pasé 20 años en la cárcel por un fallo del jurado”. “Y ¿no protestaste?”. “Sí